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Conversaciones: Dr. JOSÉ A. LORENTE ACOSTA Por Jesús Barquín Sanz
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JB: ¿Cuál es el estado actual de
la criminalística en España?
JL: En términos generales, se encuentra en
un momento realmente bueno, comparable con el de los demás países
occidentales: el resto de Europa, EEUU, Canadá, Japón. Lo
sé por experiencia propia: he tenido la oportunidad de vivir y de
trabajar en muchos de esos lugares, conozco cuál es el nivel de la criminalística
que ellos hacen y conozco cuál es el nivel de la criminalística
que se hace en los laboratorios oficiales españoles: Guardia Civil,
Policía, Institutos de Toxicología y cátedras como
la nuestra en la Universidad de Granada. Ahora bien, que haya una situación
buena no quiere decir que sea una situación ideal ni significa que
tengamos que conformarnos con lo que hay.
JB: ¿Luego hay aspectos que deben mejorar?
JL: Sin duda. Hay algunas limitaciones muy notables
desde el punto de vista criminalístico. Por ejemplo, algunas relacionadas
con la escena del crimen, por donde la investigación criminal tradicionalmente
ha empezado y sigue empezando. Con los avances de la ciencia de investigación
criminal, con el desarrollo de técnicas como el análisis
del ADN se está produciendo un fenómeno generalizado (no
sólo en España) que consiste menospreciar la importancia
que tiene esa escena del crimen; cada vez con mayor frecuencia, el especialista
tiende a relajar el rigor en ese momento inicial clave en la confianza
de que en el laboratorio se podrá discriminar la información
relevante de la que no lo es. Éste es un peligro que debe conjurarse,
porque lo más importante que hay en la investigación criminal
es la escena del crimen. Las técnicas que se desarrollan luego en
un laboratorio tienen una importancia muchas veces secundaria. Se pueden
poner múltiples ejemplos de cómo una mala actuación
en la escena del crimen da luego al traste con las mejores técnicas
de tipo analítico que uno se pueda imaginar.
La investigación criminal sigue teniendo
su base donde la ha tenido siempre que es en el adecuado estudio de la
escena del crimen y de las pruebas que ahí se recogen. Y a partir
de ahí, lo que sale del laboratorio no hace sino aportar más
datos que a veces son totalmente objetivos y estadísticamente irrefutables,
pero en cualquier caso deben encajar dentro de una hipótesis en
una investigación criminal. Se equivoca quien se olvide de esto
y crea que la técnica que se desarrolle en un laboratorio o que
se pueda hacer en otro lugar vaya a hacer perder importancia a la investigación
criminal in situ.
JB: Creo que en ocasiones usted se ha referido
a esto como 'síndrome del airbag'.
JL: Sí, es una analogía que me gusta
emplear. Al principio, la publicidad transmitía un mensaje subliminal
del estilo: 'como usted conduce un automóvil con airbag,
se encuentra más protegido y no debe estar tan preocupado como antes
por los accidentes'. Recuerdo algún anuncio que hubo que retirar
en el que un aparecía un coche a gran velocidad, se oía un
sonido que se suponía que era un accidente, funcionaba el airbag
y la persona salía prácticamente intacta del automóvil.
En criminalística, el síndrome del airbag consiste
en no prestar atención a las pruebas que se recogen en la escena
del crimen, partiendo de la base de que el laboratorio va a resolver luego
el problema. No es infrecuente que, hoy en día, un especialista
vea una mancha de sangre y en vez de analizar la morfología, la
localización, la antigüedad (por el color y el grado de desecación
que puede tener la mancha) y otras características, en vez de fotografiarla
adecuadamente, se limite a rasparla y recoger una muestra en un hisopo,
mandándola al laboratorio. El laboratorio podrá seguramente
(en un 95% de los casos) identificar a quién corresponde esa mancha
pero nunca jamás podrá ver otros aspectos importantes en
la investigación criminal como es el mecanismo de producción,
y no se podrá contrastar con las declaraciones de
los imputados ni, en consecuencia, averiguar cómo se desarrollaron
los hechos.
Hay estadísticas, sobre todo estadounidenses,
que demuestran esta relajación en un sector de los especialistas
en la escena del crimen: las muestras llegan a los laboratorios en condiciones
significativamente peores en 1998 que diez años antes.
JB: ¿No hay estudios similares en España?
JL: No, que yo conozca. De todas formas, quizá
no sea ése nuestro principal problema. En España, la investigación
criminal en la escena del crimen tiene una calidad comparable a la de los
países (Estados Unidos, Austria, Alemania...) en los que he estado
investigando y con cuyos policías he tenido ocasión de trabajar.
Aunque sin duda tenemos una peor dotación de medios, yo no cambiaba,
al menos a ciegas, a un especialista con cierta experiencia de, por ejemplo,
la Guardia Civil, por un especialista equivalente del FBI.
Pero, siguiendo con los aspectos que hay que mejorar,
sí hay algo en lo que nosotros fallamos mucho: la cadena de custodia.
Ningún laboratorio forense debería analizar muestras que
no hayan llegado al mismo de acuerdo con un protocolo legal de custodia,
de guarda adecuada, de conservación física y material de
la evidencia, y donde conste en qué momento se recogió, quién
la recogió, cómo se va a hacer para evitar cualquier tipo
de contaminación o de manipulación, todos los procesos que
hubo desde que se recogió hasta que llegó al laboratorio,
quién la recibe en el laboratorio, dónde se guarda y qué
se hace con esa evidencia.
Aquí sí que estamos muy por debajo
de otros países y resulta imprescindible que seamos críticos
para intentar mejorar. Esto es importante particularmente en las
muestras biológicas, que tienden a degradarse sobre todo por los
fenómenos de autólisis y putrefacción, pero también
en relación con otro tipo de muestras. Yo he visto llegar a laboratorios
de criminalística fragmentos de vidrio donde decían que había
una huella dactilar y, por no haberlos almacenado adecuadamente, ese vidrio
ha llegado totalmente fragmentado, con lo cual a veces es posible recomponer
los fragmentos y buscar la huella, y otras veces es realmente difícil
o hace que se pierda información. También he visto en laboratorios
de España llegar indicios criminales en una bolsa de un centro comercial,
con la ropa que llevaba la víctima de una presunta agresión
sexual junto con un bote de sangre del presunto agresor, con lo cual una
mínima gota de sangre que se derrame del tubo podría manchar
cualquier prenda de la víctima y dar lugar a un informe del laboratorio
certificando que en las ropas de la víctima había sangre
del presunto agresor.
JB: Parece, pues, que no debemos imaginarnos
la cadena de custodia como un proceso protocolizado en el que cada eslabón
queda recogido en un documento oficial que certifica todos los datos relevantes
de tiempo, lugar, personas y condiciones de conservación.
JL: Bien, deberíamos imaginarlo así
como aspiración, pero no como realidad en la mayoría de los
casos. Muchas veces no se plantean problemas porque la confianza y el conocimiento
entre los diferentes agentes salvan el peligro de dispersión de
las evidencias materiales, pero está claro que no podemos seguir
haciendo depender todo esto de la amistad. En la práctica ya se
están empezando a utilizar kits con elementos que hay que
utilizar en la escena del crimen. Pero aún queda un largo camino
por andar: cuando vamos a otros países, lo primero que te pregunta
el abogado es '¿quién le dio a usted la bolsa?' y tienes
que presentar los documentos firmados en donde figuren tal hecho. Y en
España, aunque muchas veces no surjan problemas, desde el punto
de vista estrictamente legal sí pueden plantearse, y de hecho los
ha habido, pues hay más de una sentencia en las que han sido anuladas
maravillosas pruebas por falta de una adecuada tarea de custodia.
JB: Además del riesgo de condenas a inocentes.
Porque, aunque hay quien objeta el coste económico de esta clase
de medidas, no debe olvidarse que el garantismo tiene un componente fundamental
de interdicción de la arbitrariedad y la injusticia. Los ejemplos
de inocentes condenados son tan abundantes que nadie, ni siquiera quien
se tenga por extremadamente virtuoso, debería contemplar esto como
un problema ajeno, un problema 'de los delincuentes'.
JL: En estos momentos, el control de calidad de
la cadena de custodia supone una enorme fuente de seguridad para el conjunto
de la población de un país. Sin duda, cualquiera puede
llegar a verse envuelto en un proceso penal sin tener nada que ver con
los hechos, riesgo que se multiplica si la investigación y todo
lo que la rodea es deficiente.
JB: Siendo usted presidente de la AICEF, no puedo
dejar de preguntarle por el nivel científico de la criminalística
y los estudios forenses en Latinoamérica.
JL: Hay algunos países donde están
más avanzados, pero en Latinoamérica en
general hay grandes carencias y una situación relativamente pobre en
el ámbito de la investigación criminal desde el punto de
vista teórico y práctico. Ello obedece a múltiples
razones, entre las que destaca la crisis económica; la mayor parte
de esos países tienen un alto endeudamiento y gran dosis de pobreza,
por lo que los Estados que son los que básicamente mantienen este
tipo de investigación criminalística no tienen medios suficientes
para invertir, y no los invierten ni en formar a sus policías ni
en pagarles un sueldo adecuado, lo cual favorece la corrupción.
No hay suficiente formación en técnicas de análisis
de muestras de todos los tipos, no hay medios adecuados, no se invierte
en equipar los laboratorios. Éste es un problema crónico
que repercute en una mala Administración de Justicia, como cuando
el reconocimiento de la paternidad se basa simplemente en la comparación
de datos antropométricos (por ejemplo, si se parecen los ojos de
los supuestos padre e hijo), lo que a estas alturas está completamente
superado en países más avanzados.
Por lo tanto, en general, la carencia de formación
o la formación deficiente sucede en todos los países. Cierto
que hay países que en un área determinada y en relación
con ciertos desarrollos técnicos están muy bien formados.
Por ejemplo, en Colombia y en Brasil el desarrollo de la genética
es muy fuerte porque se hacen muchos estudios de paternidad en virtud de
una exigencia legal. Las leyes de Brasil por ejemplo, exigen que los hijos
que nazcan de una mujer que no esté unida en matrimonio civil o
religioso, tiene que decir quién es el padre y el presunto padre
tiene que someterse a un control de paternidad (aunque por ejemplo estén
conviviendo durante 15 años) y ello es así porque si en un
momento determinado se separan el Estado no quiere hacerse cargo del costo
que supone el mantenimiento del hijo. Esto supone que la genética
se haya desarrollado enormemente en Brasil, y con una situación
muy similar, en Colombia. Pero hay otros países en los que el desarrollo
es nulo, o por otra parte, en Colombia hay carencia de otras ciencias.
Lo bueno de estos países es que son conscientes
de que les falta formación y están empezando a requerirla.
Si se da un contexto favorable, en un plazo de 5 o 10 años el nivel
de estos países en la investigación criminal puede alcanzar
niveles muy satisfactorios.
JB: ¿Y de dónde proviene fundamentalmente
esa formación? ¿Quizá de los Estados Unidos? Por otra
parte, le he oído hablar en ocasiones de la deuda de España
con estas naciones y de que esto constituye al mismo tiempo para nosotros
una oportunidad de crecer.
JL: Sin duda, el centro de donde emana la mejor
ciencia forense lo siguen siendo los Estados Unidos. Si se tratara tan
sólo de calidad científica y de nivel tecnológico,
tendríamos poco que hacer. Pero el idioma y la cultura constituyen
a menudo una barrera. En los Estados Unidos no es raro que el caucasiano
norteamericano considere con desagrado e incluso trate despectivamente
a los hispanos (que son considerados a veces gente de segunda categoría).
Esto es así sobre todo si hablas mal el idioma; conozco algunos
casos deplorables en este sentido del que han sido víctimas profesionales
de otros países americanos.
La otra alternativa es España, que, dentro
de las responsabilidades históricas que pueda tener, parece claro
que se incluye la de ayudar a todos estos países. Esto se está
haciendo en general de forma adecuada, aunque habría que procurar
rentabilizarlo mejor, porque hay otros estados europeos (por ejemplo Francia
o Alemania) que, con muchísima menos inversión que la nuestra,
crean una sensación muy acentuada de colaboración que no
siempre se consigue mediante nuestras aportaciones.
JB: Se me ocurre en todo caso que, en materia
de formación, tampoco podemos estar muy contentos en España.
Sólo ahora parece que va a salir adelante la Criminología
como enseñanza reglada en las universidades, lo que ha ido de la
mano de la ausencia de la criminalística de los planes de estudios.
Puede que haya excelentes especialistas en las distintas ramas de la criminología
y de la investigación criminal, pero al faltar esos programas generalistas
de formación, a menudo hay desconexión entre unas y otras
ciencias. Por ejemplo, un fiscal debe ser especialista en Derecho, por
supuesto, pero debería asimismo conocer los fundamentos de las diferentes
áreas de interés que configuran la criminología. No
creo que ello perjudicara su especialización y, en cambio, contribuiría
a que fuera un profesional todavía más preparado.
JL: Yo creo que hacen falta criminólogos,
y que personas que siendo criminólogos puedan acceder después
a otras especializaciones e incluso creo que haría falta que a personas
que ostentan ciertos cargos, como policías o agentes del Orden Público
de nivel local, autonómico y nacional se les exigiera un título
de Criminología.
Por supuesto que en una sociedad del siglo XXI la
especialización es imprescindible como en el caso de los jueces.
No obstante, cuando hay una ignorancia total de ciertas materias, se depende
exclusivamente de lo que digan los informes o de peritos, de los que obviamente
en principio no hay que dudar, pero a menudo es precisa una interpretación
más amplia que la simple lectura de las conclusiones. A veces se
ve en las sentencias que los jueces no se han enterado de nada de lo que
se les ha dicho. Esto, con los matices oportunos, es aplicable también
a la policía, a los fiscales, etcétera.
Por ejemplo, volviendo al tema de la investigación
en la escena del crimen, a menudo los primeros que llegan son policías
locales, que deben estar formados en investigación criminal aunque
sólo sea para preservar adecuadamente el lugar e incluso localizar
algunos indicios criminales. Hay estadísticas en EEUU que ponen
de manifiesto la importancia de una adecuada formación de la policía
que acude inmediatamente a los hechos. En EEUU los policías locales
y los agentes de las oficinas de los sheriff de los condados (en aquellas
localidades más pequeñas) tienen una formación criminalística
que supera con creces la que suelen tener nuestros policías locales
en España, lo cual, obviamente, no es achacable a éstos,
sino a la Administración, que nos los forma adecuadamente.
JB: Hemos hablado antes de la criminalística,
pero, yendo a un nivel más general, sería de interés
que comentara la situación de la Medicina Legal y Forense en España.
JL: En España, la prueba pericial médica,
que recae normalmente de forma oficial sobre el médico forense,
está configurada de tal manera que un médico está
adscrito a uno o a dos juzgados de instrucción. El médico
es, pues, auxiliar de ese o esos jueces y cualquier tema de pericial médica
que acude a ese juzgado es responsabilidad de ese solo médico forense,
el cual no dispone ni de los conocimientos (porque no los puede tener nadie,
ni el más sabio catedrático de Medicina Legal) ni de los
medios técnicos para realizar todas las exploraciones y análisis
necesarios para emitir un informe adecuado. Hay muchos médicos
forenses que están totalmente aislados y que se relacionan exclusivamente
con su juez y no se desarrolla un trabajo coordinado como el que se hace
en todos los países del mundo excepto España. Aquí
inciden también las deficiencias de los Institutos de Medicina Legal,
que pueden tener o no relación con la Universidad. En los lugares
en los que haya una buena Universidad y buenos profesionales, lo lógico
es que la haya, pero no siempre es así. Hay autopsias que se hacen
en condiciones lamentables y demasiadas veces tiende uno a pensar que los
datos que se sacan de una autopsia o son parciales o se ha perdido la otra
mitad de los datos; también se pierden indicios criminales por falta
de medios adecuados, no se hacen fotografías, no se recogen ni se
custodian adecuadamente las pruebas... En casi todas las ocasiones, la
culpa no es del médico forense sino del sistema.
Por lo tanto, la situación me parece decimonónica,
absurda, pues le cuesta al Estado muchísimo dinero y, lo más
grave de todo, no permite obtener los mejores resultados para una mejor
administración de justicia. Hoy en día es imposible que un
solo médico forense sea capaz de resolver todos los problemas que
le llegan: pericias, autopsias, accidentes de tráfico, un disparo
por arma de fuego, unas lesiones, evaluar enfermos psiquiátricos.
Y lo peor de todo es que, aunque los informes teóricamente no son
vinculantes para el órgano judicial, en la práctica el juez
se lo suele creer a pies juntillas y eso es muy peligroso. No existe ningún
país del mundo donde suceda esto; por ahí fuera les cuesta
creerlo cuando se les explica la organización de la Medicina Legal
en España.
MO: Pero, ¿se interviene en la formación
o en el reciclaje de los forenses?, ¿se organizan cursos de formación
para ellos?
JL: El Ministerio de Justicia organiza cursos de
formación continua y de reciclaje para los médicos forenses,
cursos a los cuales invita a profesores de Medicina Legal. Ahora bien,
no los organiza de forma sistemática. Hay en España 600 forenses
y no es obligatorio que se reciclen y se observa que sólo las generaciones
más jóvenes están mayoritariamente motivadas. El trabajo
aislado provoca que algunos médicos forenses acaben por ser en cinco años unos autodidactas que se creen que lo han visto y que lo saben
todo.
JB: ¿Sería correcto inferir que
hay un gran nivel en la Medicina Legal universitaria en contraste con
un bajo nivel de los médicos forenses de los juzgados?
JL: Tampoco es así. Universidades españolas
donde haya departamentos de Medicina Legal se pueden contar con las manos.
También hay mediocridad en la Universidad. Por otra parte, no es raro que allí
donde el nivel científico es alto,
se produzca una situación de gran enfrentamiento entre los profesores
de Medicina Legal y los médicos forenses.
En España, se reconoce desde hace ya muchos
años el Título de Especialista en Medicina Legal y Forense
y esto podría resolver el problema si el Ministerio de Justicia,
a la hora de convocar oposiciones a médico forense exigiese como
requisito indispensable el ser especialista. Nosotros tenemos varios MIR
(médicos residentes)
de Medicina Legal que deberían ser los forenses del futuro. En España,
mientras los forenses no sean especialistas, mientras no se organicen los
Institutos de Medicina Legal con un director, con unos criterios de colaboración
y de trabajo en equipo, la cosa no va a funcionar de ninguna manera.
En cierto modo, somos el hazmerreír de Europa.
En Alemania, por ejemplo, revisan sistemáticamente los resultados
de las autopsias de sus nacionales fallecidos en España (lo que
puede ser relevante a efectos de indemnizaciones, por ejemplo) y en el
60% de los casos, que es mucho, obtienen allí resultados distintos
si no totalmente opuestos a los del informe inicial.
JB: En España, los peritajes de parte
tienen mala prensa. Se suele tender a pensar que los resultados que se
presentan son los que convienen al que paga.
JL: La pericial privada es una necesidad absoluta
y es un derecho que todo el mundo tiene y que el Ministerio de Justicia
tiene que facilitar y activar incluso, porque a menudo las cosas admiten
visiones diferentes. Cierto es que algunos tipos de informes no son opinables:
por ejemplo, si en un caso criminalístico decir que la muestra de
sangre es de un señor con tal probabilidad, eso es así y
si dices que no lo es probablemente estás manipulando algún
dato. Pero más a menudo, en la pericial médica sobre casos
criminales, lo que sirve es el ejemplo del vaso medio lleno y medio vacío:
los peritos no se ponen de acuerdo porque no se trata de una ciencia exacta.
Esto refuerza la importancia de la pericial privada.
El problema es que, en España, lo que digan
los médicos forenses va a misa el 99% de las veces, mientras que
los jueces ponen sistemáticamente en duda lo que dice la pericial
privada por proceder de parte. No es eso lo que sucede en otros países,
como por ejemplo EEUU o el Reino Unido, donde las partes suelen presentar
expertos que discuten con gran libertad con los peritos oficiales. Yo creo
que, en España, la pericial de parte está mal valorada por
jueces y tribunales. El dictamen de los forenses puede ser erróneo
y el juez no hace caso a ningún otro, y, aunque sea cierto que el
forense no tenga interés económico, lo malo es que en ocasiones
realiza el informe sin poner ningún interés, simplemente
porque se lo pide el juez, lo que conduce a no pocos desastres.
Yo tengo la experiencia de haber estado un par de veces
en pericia de parte y me he sentido maltratado, casi denigrado por las preguntas
de los jueces o los abogados respecto a quién me ha pagado y cuánto,
tratándome como mentiroso, poniendo en duda mi honestidad. En España
se maltrata a los peritos de parte. Esta estrategia de los abogados se
puede encontrar en todos los países, como es lógico, pero
la diferencia es que en España los órganos judiciales asumen
a menudo como propio el prejuicio contra el perito de parte.
MO: ¿Cuál es la receptividad de los jueces
a las nuevas técnicas de investigación en la Medicina Legal?
¿Son reacios, están abiertos o normalmente siguen lo que
dice el médico forense?
JL: En general, si tuviera que hacer un promedio,
los jueces son bastantes receptivos sobre todo respecto a los avances médicos,
y admiten las pruebas si se les presentan garantías. Pero no perdamos
de vista que las pericias que normalmente hacemos nosotros, en el Departamento
de Medicina Legal, vienen solicitadas por el juez dentro de la investigación,
con lo cual tenemos esa ventaja a nuestro favor.
JB: Usted tiene varios años de experiencia
en el centro de investigación del FBI en Quantico (Virginia), así
como estancias en la Universidad de Berkeley y en algunas universidades
alemanas. ¿Le debe a ello la mayor parte de su formación
como especialista en identificación genética?
JL: Desde el punto de vista práctico, en
el momento en que yo empecé a formarme en esta ciencia en España
no había nada, con lo cual el 100% de mi formación procede
de fuera, de Alemania y básicamente de EE.UU. Hoy en día
en España, la Genética forense está bastante avanzada,
con lo cual a lo mejor no es imprescindible irse al extranjero en términos
absolutos aunque siempre es bueno conocer maneras de trabajar diferentes,
mentalidades diferentes, procesos penales diferentes. En estos países
se trabaja de otra forma y eso siempre está bien, porque en Criminalística
hay que tener presentes diversas hipótesis alternativas y el trabajo
no es siempre 1+1=2 o ABCDE, sino que hay que estar con la mentalidad abierta
pensando que existen otras posibilidades. En ese sentido, salir fuera abre
la mente porque te plantea otros problemas o permite un nuevo enfoque de
un problema que uno está acostumbrado a considerar de determinada
manera.
No obstante, desde el punto de vista técnico
es cierto que las técnicas de laboratorio son iguales en todos los
países y hoy en día se puede formar uno muy bien en España.
Pero insisto en la conveniencia de irse a trabajar un período fuera
con otros policías y en otras universidades.
MO: ¿Qué aportaron respectivamente
a su formación las universidades extranjeras y otras instituciones
oficiales como el FBI?
JL: En Alemania, estudié Patología
forense. Lo que aprendí allí fue sobre todo el método,
cómo se hacen las cosas, el régimen protocolario, la necesidad
de no dejar ningún cabo sin atar. Yo siempre he tenido tendencia
a tener las ideas estructuradas, pero es que allí me convirtieron
en un radical.
En cuanto a la investigación en un cuerpo
policial como es el FBI, me abrió la mente a la imaginación.
Allí, cualquier hipótesis, cualquier alternativa por remota
que sea, la consideran como si fuese la posibilidad principal, o sea, te
obligan a pensar: si tú fueras el delincuente, qué habrías
hecho y cómo, y se ponen a trabajar. Quieras que no, eso hace que
no se escape nada por pequeño que sea. Este sistema de barajar todas
las hipótesis posibles en criminalística es muy bueno. A
mí me ha servido mucho para integrar el trabajo de laboratorio con
la labor de campo. A veces, quienes se dedican a trabajar en el laboratorio
sin haber visto nunca la escena de un asesinato o a una mujer violada pierden
la perspectiva por no saber manejar ni interpretar lo que tienen en las
manos. Yo tuve la suerte de tener esas dos formaciones.
JB: ¿Cómo se decidió a convertirse
en investigador y profesor universitario?
JL: En gran medida, gracias al profesor
Enrique Villanueva, quien es director del Departamento de Medicina Legal
de la Universidad de Granada y ha sido mi maestro desde que llegué
a la Universidad. Es una persona que siempre ha confiado en mí,
desde el principio. Recuerdo que el primer año que estuve en el
Departamento de Medicina Legal, hice una tesina y me quedé sin la
oportunidad de pedir una beca ese año; gracias a Dios, por circunstancias
familiares no tenía problemas económicos, pero en un momento
dado pensé en preparar las oposiciones a médico forense.
No obstante, el profesor Villanueva me instó a seguir porque creía
que yo valía como investigador y como docente y me iba a apoyar
para futuras solicitudes de beca, publicaciones, etc. Es una persona muy
estricta con los planes de investigación, muy detallista, para el
que no caben las medias tintas; una persona que impone una sistemática
de trabajo en la que todo tiene que estar demostrado con métodos
rigurosos estadísticos y demás, y eso te marca. Desde luego,
me hizo trabajar mucho. Además, tiene unos conocimientos de Medicina
Legal impresionantes; puede dar clases magistrales de lo que sea y en cualquier
momento.
Él es mi gran maestro. Pero debo mencionar
también al Dr. Bruce Budowle, de quien he aprendido casi todo lo que sé
en materia de técnicas y protocolos de trabajo en laboratorio. Director de la Unidad de
Investigación Biológica del FBI, es una persona que me ha
ayudado mucho, tiene una mente privilegiada y me ha abierto las puertas
del FBI. Gracias a él, fui la primera persona de fuera de los Estados
Unidos que entró a formar parte del FBI sin pertenecer a un cuerpo
de policía. Tenemos una buena relación personal y familiar.
JB: En sus perspectivas de desarrollo profesional,
¿qué importancia tiene llegar a ser catedrático?
JL: Tengo claro que no voy a sacrificar absolutamente
nada de mi vida familiar ni de mi capacidad de investigación o docente
o de mis relaciones internacionales por irme a otra universidad para ser
catedrático, sobre todo teniendo en cuenta el nivel científico
y los medios de que dispongo en la Universidad de Granada. Por otra parte,
pienso que la calidad de la investigación y de la docencia que uno
pueda aportar no van a variar por el mero hecho de cambiar el rótulo;
lo mismo se puede decir del prestigio que eventualmente se tenga.
Desde luego, si alguna vez me fuese para ser catedrático sería
en las mismas condiciones que tengo en Granada. Confío
en que algún día podré ser catedrático en esta universidad
y, aunque en este momento no lo echo de menos en absoluto, también me doy
cuenta de que ser catedrático abre ciertas puertas y posibilidades a las que,
de otra manera, resulta difícil acceder.
JB: ¿A cuántas personas dirige
en la actualidad?
JL: Tengo a siete personas que trabajan conmigo,
de las cuales cinco son titulados superiores y otros dos son técnicos
de laboratorio de apoyo; además, siempre hay una o dos personas más de
Latinoamérica formándose o reciclándose. Se trata de un equipo que se financia con proyectos
de investigación. Tenemos convenios firmados con entidades nacionales
(como la Fundación Marcelino Botín) e internacionales que, por un lado, me vinculan y, por otro, me permiten
trabajar a gusto. Además, el profesor Villanueva me respeta, me quiere
y me da libertad absoluta; y creo que yo le correspondo como debo. Si añadimos
que aquí está mi familia y mi gente, no me veo trasladándome
a otro lugar sólo por pasar de ser profesor titular a catedrático.
Conversaciones: Dr. JOSÉ ANTONIO
LORENTE ACOSTA
Por Jesús Barquín
PALABRAS CLAVES: criminología, criminalística, medicina legal, medicina forense, identificación genética, investigación del delito, proceso penal
FECHA DE PUBLICACIÓN EN RECPC:
cinco de noviembre de 2000
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